CARTA DE MIGUEL DE UNAMUNO A RICARDO PALMA
El Rector de la Universidad
de Salamanca
——————
Particular
Salamanca, 29 de octubre de
1903
Mi estimado señor Palma: Conocía
a usted por diversos escritos suyos -las Tradiciones Peruanas, en especial- y
los estimaba mucho. Vea, pues, si me habrá sido bienvenida su obra de Papeletas
lexicográficas. La anterrotula usted así: «dos mil setecientas voces que hacen
falta el Diccionario»... ¡Si no fueran más!
Me dedico, como tal vez sepa,
desde hace años a la lingüística de los idiomas neo-latinos; explico en esta
Universidad la cátedra de filología comparada del latín y castellano -que
estaría mejor llamar Gramática histórica de la lengua española- y cada vez me
arraigo más en mis convicciones en punta a lenguaje. Muchos extranjeros se
lamentan de no encontrar un inventario de la lengua española, es decir, un
registro de las voces todas usadas por escritores y por el pueblo en las
distintas regiones. El pecado original de la Academia es aspirar a ser una
autoridad que define lo que es bueno y lo que es malo, y no una corporación que
investigue el lenguaje. Tan absurdo me parece que niegue entrada a un vocablo
usado en extensa región, como el que una Academia de Ciencias naturales rechace
a un insecto porque no lo conoció antes.
Dice usted, señor Palma, en su
libro, que soy el más fecundo de los neólogos. Puede ser; pero esto arranca del
ideal que me he formado del idioma. No riqueza sino fecundidad hay que pedirle.
Un idioma no tiene tantas o cuantas voces sino todas las que hagan falta,
siempre que la forme uno con arreglo a su índole propia y al modo de
composición y derivación normal. Los prefijos y sufijos los tenemos para algo.
Y no se diga que a las veces se inventa palabras inútiles, pues producida la
dualidad de forma, al cabo se produce dualidad de significado. La palabra
juerga que va entrando en circulación, es huelga pronunciada a la andaluza, y
tienen ambas muy distintos significados. Con los llamados dobletes (derecho,
directo-estrecho, estricto, hastío, fastidio, lidiar, litiga, etc., etc.) se
enriqueció el castellano.
Paréceme que a usted le ha llamado la atención la cantidad de voces nuevas que empleo. Pues bien, muchas las formo con arreglo al espíritu formativo de la lengua misma (metafisiquear, chirigotizar, gramatiquería, fulanismo, etc., etc.), y su legitimidad se basa en que las entiende todo el que las lee. Pero hay otras, las más, que las tomo del pueblo, y que son usuales y corrientes no ya solo en esta provincia sino en el antiguo reino de León. Tales son, por ejemplo: mejer (resolver, mezclar), garullo (pavo macho), cogüelmo (colmo), enfusar (embutir), retuso (reacio, retraído), etc., etc. Y las hay curiosas. El retuso es latín, participio de retundere y el enfusar, un verbo participal, (infusare, de infusus, participio de infundere) por el tipo de osar (ausare de ausus), cantar cantare, (de cantus) (hurtar furtare, de furtus) etc., etc.
Otras son voces científicas a las
que extiendo el empleo, como anabolismo.
Tres son, pues, las fuentes de
enriquecimiento: 1.º la analogía o formación de nuevos derivados al modo de las
ya existentes 2.º Los dialectos y hablas populares, en cuanto no se aparten de
la índole general del idioma 3.º La generalización de términos técnicos.
He repasado su libro y le
dedicaré artículo en la Lectura, revista mensual de Madrid. Con ocasión de su
libro, ampliaré mis teorías lingüísticas sobre neologismos. Gracias, pues por
haberme ofrecido coyuntura para ello. Y ya que me ha venido a los puntos de la
pluma la voz coyuntura ¿por qué, teniendo descoyuntar, no hemos de tener
coyuntar o encoyuntar y envecijar, ya que hay desvencijar?
Mil gracias, señor Palma, por las
benévolas referencias que a mi persona atañen en su libro.
Me interesa mucho todo lo que se
refiere al movimiento literario de los países americanos de lengua española.
Del que más sé es de la Argentina, y luego de Venezuela. Cualquiera noticia que
me proporcione acerca de tal movimiento en el Perú -la república de más
abolengo, la más tradicional- se la agradeceré muchísimo. De la patria de usted
solo conozco al señor Maúrtua y al señor Prada de quien, por cierto hace tiempo
que nada sé.
Me felicito de que el envío de su
libro sea origen de una relación que me será provechosa y muy grata. Desde
luego se le ofrece como amigo su afmo. S.S.
Miguel de Unamuno
Referencia bibliográfica:
- Transcripción de los manuscritos de las cartas de Ricardo y
Clemente Palma a don Miguel de Unamuno, cuyos originales forman parte del
Archivo de la Casa Museo del ilustre humanista español.
- Epistolario de Ricardo Palma. Lima Ed. Cultura Antártica,
1949, Tomo II, pp. 349 al 400.
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