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El César Vallejo que yo conocí (Ciro Alegría)

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  Corría el año 1917 y yo vivía con mis padres en una hacienda de la sierra del norte del Perú, situada exactamente en las últimas estribaciones andinas de la provincia de Huamachuco. Se llama Marcabal Grande y hasta esa hacienda llega ya, subiendo por el cañón abismal del río Marañón, el rescoldo cálido de la selva amazónica. Mi vida había sido la de un niño campesino, hijo de hacendados, a quien su padre enseña en el momento oportuno a leer y escribir pasablemente y las artes más necesarias de nadar, cabalgar, tirar al lazo y no asustarse frente a los largos caminos y las tormentas. Alternaba mis trajines por el campo, –donde me placía de modo especial un paraje formado por cierto árbol grande y cierta piedra azul–, con lecturas de Andersen, Las mil y una noches y otros libros maravillosos, entre ellos un grueso volumen del naturalista Raimondi sobre viajes y exploraciones de la selva que me parecía igualmente fantástico. Yo soñaba con ir a la selva, pero no como un sabio a estudia

PANKI Y EL GUERRERO (UN CUENTO DE CIRO ALEGRÍA BAZÁN)

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  Allá lejos, en esa laguna de aguas negras que no tiene caño de entrada ni de salida y está rodeada de alto bosque, vivía en tiempos viejos una enorme panki. Da miedo tal laguna sombría y sola, cuya oscuridad apenas refleja los árboles, pero más temor infundía cuando aquella panki, tan descomunal como otra no se ha visto, aguaitaba desde allí. Claro que los aguarunas enfrentamos debidamente a las boas de agua, llamadas por los blancos leídos anacondas. Sabemos disparar la lanza y clavarla en media frente. Si hay que trabarse en lucha, resistiendo la presión de unos anillos que amasan carnes y huesos, las mordemos como tigres o las cegamos como hombres, hundiéndoles los dedos en los ojos. Las boas huyen al sentir los dientes en la piel o caer aterradamente en la sombra. Con cerbatana, les metemos virotes envenenados y quedan tiesas. El arpón es arma igualmente buena. De muchos modos más, los aguarunas solemos vencer a las pankis. Pero en aquella laguna de aguas negras, misteriosa h

"FERNANDO" LA MEJOR CANCIÓN DE ABBA

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  En 1976, la canción Mamma Mia de ABBA acabó con el reinado de nueve semanas de Bohemian Rhapsody de Queen al tope de la tabla de singles británicos. Lejos de ser la canción que, casualmente, también contenía en su título el mismo nombre del estribillo operístico que cantaba Mercury (Oh mama mia, mama mia, mama mia, let me go) se debe constatar que esta no es la mejor canción de Abba. A pesar de que, popularmente, por la tendencia Disco batieron record de LP y discos vendidos por canciones como Dancing Queen, Voulez-Vous o Gimme! Gimme! Gimme!, dista mucho si comparamos la letra de estas canciones con la de “Fernando”. La versión original fue lanzada en el álbum en solitario de Anni-Frid Lyngstad (integrante del grupo) de 1975, un año antes de la gran hazaña que realizaría el grupo sueco. Debido al éxito alcanzado en Suecia, Björn Ulvaeus, la traduciría al inglés para que la cantará ABBA, ahora como grupo. Finalmente, la canción fue grabada el 5 de septiembre de 1975. Y fue titula

HAY QUE APRENDER A DESPENSAR

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Encuentro entre Martin Heidegger y Ortega y Gasset Quisiera referir brevemente dos recuerdos de Ortega y Gasset. Siguen en mi memoria como dignos de recordación. El primer recuerdo se remonta al mes de agosto de 1951. Nos encontramos en la ciudad alemana de Darmstadt, donde en bien ceñido marco se celebran anualmente conferencias sobre un tema determinado. Aquel año versaban sobre el tema “El hombre y el espacio”. Entre los hombres de ciencia y arquitectos que habían sido requeridos a hablar, nos contábamos Ortega y yo.   Después de mi conferencia, que llevaba el título “Edificar, habitar pensar”, un orador empezó a disparar violentos ataques contra lo que yo había dicho y afirmó que mi conferencia no había resuelto las cuestiones esenciales, que más bien las había “despensado”, es decir, disuelto en nada por medio del pensamiento. En este momento pidió la palabra Ortega y Gasset, cogió el micrófono del orador que tenía a su lado y dijo al público lo siguiente: “El buen Dios necesi

¿Escribió Shakespeare las obras de Shakespeare?

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  30 de mayo de 1593. Una posada en Deptford, junto al Támesis, a dieciséis millas de Londres. Cuatro hombres comparten una cena. La cerveza ha sido abundante. Sin embargo, hay pocas risas. Los hombres hablan en voz baja. De pronto uno se levanta alterado. —Prometiste que pagaríais vosotros. —Siéntate, Marlowe, por Dios —le responde Ingram, uno de sus compañeros, cogiéndole del brazo, pero Marlowe está fuera de sí. Ya entró nervioso en la taberna y a cada cerveza se había puesto más irascible aún. —¡Malditos miserables! ¡Malditos mentirosos! —les espeta Marlowe con agresividad. Robert y Nicholas cogen entonces a Marlowe por los brazos, mientras que Eleanor Bull, la viuda dueña del alojamiento, desciende a toda prisa desde el piso superior. Marlowe se zafa del abrazo de sus compañeros y esgrime una daga ante el perplejo rostro de su amigo Ingram. —¡Sois todos unos traidores y pagaréis por ello como pagaréis esta maldita cuenta! —insiste un Marlowe fuera de sí. Ninguno parece

PRIMERA NOCHE: HISTORIA DEL MERCADER Y EL EFRIT

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Schehrazada dijo: He llegado a saber, ¡oh rey afortunado!, que hubo un mercader entre los mercaderes, dueño de numerosas riquezas y de negocios comerciales en todos los países. Un día montó a caballo y salió para ciertas comarcas a las cuales le llamaban sus negocios. Como el calor era sofocante, se sentó debajo de un árbol, y echando mano al saco de provisiones, sacó unos dátiles, y cuando los hubo comido tiró a lo lejos los huesos. Pero de pronto se le apareció un efrit de enorme estatura que, blandiendo una espada, llegó hasta el mercader y le dijo: "Levántate, para que yo te mate como has matado a mi hijo". El mercader repuso: "¿Pero cómo he matado yo a tu hijo?" Y contestó el efrit: "Al arrojar los huesos, dieron en el pecho a mi hijo y lo mataron". Entonces dijo el mercader: "Considera ¡oh gran efrit! que no puedo mentir, siendo, como soy, un creyente. Tengo muchas riquezas, tengo hijos y esposa, y además guardo en mi casa depósitos que me con